Dos años sin verlos I
Después de dos años de recuperación emocional y psicológica pude ir en diciembre a España. Iba con muchas reservas esperando un panorama horrible, de rechazo y reproches. Mis temores se habían visto alimentados por el compartamiento del padre de mis hijos, del padre del padre de mis hijos, el abuelo; del tío de los niños. Pero no contaré nada de lo negativo sino del bello encuentro que tuvé con los nenes.
12 horas de avión desde Ciudad de México a Amsterdam (era el vuelo más barato, sin pasar por EEUU. No era una cuestión ideológica sino que me pedían visa para el tránsito)
8 horas de espera en el aeropuerto, conocí todo lo que se vende. Comí un trozo de pizza (el cocinero es poliglota y muy simpático) y un refresco por 13 euros. No pensaba comer para ahorrar pero no pude aguantar.
2 y media de Amsterdam a Madrid. Llegué el 14 de diciembre a las 11,30 de la noche. Tomé un taxi ( me cobró 23 euros por un trayecto de 10 min) a casa de mi amiga Úrsula. Pasé la noche ahí, conversamos hasta la madrugada, nos pusimos al tanto de lo acontecido, de las emociones.
13 hrs. 15 de diciembre llegué a San Lorenzo del Escorial, la primera persona que me encuentro es Gabriel, director de la escuela donde asisten mis hijos. Me ayudó con la maleta. Me dio un fuerte abrazo y un gran beso.
13.20 hrs. Llegó a casa de mi amiga Paqui.
16.00 hrs. Encuentro con mis hijos. Lo primero que veo son sus ojos, expectantes, sin dar mucho crédito a que su madre estuviera ahí. Nos acercamos y nos damos un abrazo tímido. Me tocan la cara, me agarran el cabello. Y yo tengo ganas de llorar, sin llorar. Una sensación de temblor y calor en todo el cuerpo.
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