miércoles, abril 15, 2009

epistola cursi del desamor

La relación

Inicie una relación sin expectativas, sin saber qué rumbo iba a tomar, sin saber qué era lo que yo quería o esperaba. En aquellos momentos nada.

Me vi haciendo y deseando muchas cosas que, aun con toda una historia de amores y encuentros, no había hecho. Empecé a sentir sensaciones no desconocidas pero nuevas. El deseo y el placer de mi cuerpo se complementaban con emociones: el acto sexual se volvió un acto amoroso. Eso lo hizo más placentero y, aún más importante, más feliz.

Intenté tener paciencia cuando me hablaba de otras mujeres, de las que quiso de las que recordaba. Un día, al principio de nuestra relación, me dijo que estaba enamorado de otra persona, lo dijo en el comedor de mi casa. No dije nada, me pareció poco adecuado, poco cortés. Otra vez mientras nuestros cuerpos desnudos jugaban tuvo algún comentario recordando a otra persona. No era el momento, no en “nuestro” momento. ¿Por qué lo hacía? No lo sé bien.

Lo observaba y sabía que algunas de las cosas que decía tenían –y tienen- como origen la inmadurez y el temor. Creo que no se atreve a confrontarlas. No acostumbra cerrar círculos de ahí que esas historias lo anclen al pasado y le imposibiliten un futuro.

Me lastimaban los comentarios, si. Entendía el pasado no resuelto pero no comprendía la construcción de un futuro incierto, nebuloso: sus deseos de estar con otra gente, empecé a sentir que yo no era suficiente, ni como compañera, amiga o amante. ¿Qué era? No lo sé.

Su cariño siempre fue temeroso, ni siquiera cauteloso.

No sé porque decidí ser paciente. Tal fue un error. Sin darme cuenta me había enamorado. Tarde en reconocerlo varios meses ante mí misma.


Propósitos que nunca se realizaron.

-voy a comprar una almohada,
-traeré mi guitarra para trabajar
-vamos a salir…
-hagamos yoga
-bailemos para practicar…
-aprendamos a nadar…

Por aquella época empecé a sentir que yo daba y daba, estar en mi casa, cocinar, hacer que se sintiera cómodo, contento de estar conmigo, sin otro afán que ser feliz.

Sin embargo, la relación me empezó a parecer poco equitativa. Yo no recibía nada.

Me dijo: --Yo no te he pedido nada, tú me has dado lo que has querido.

Es cierto, pero la relación se construye con dos, ¿o no?


Un día fuimos a la universidad, mis tíos exponían algo sobre día de muertos. Ahí lo abracé, lo besé, no sentí la necesidad de ocultar mis emociones. Luego pensé: ese espacio, la universidad, es mi casa, mi hogar, toda mi vida ha estado y es ahí. Ir ahí es tener la certeza de encontrar a alguien que me conozca, mi familia, mis amigos, mis ex parejas, mis colegas, mis alumnos. En ese momento no pensaba en la diferencia de actitudes, ahora es algo muy marcado. Estoy con quien estoy, de una sola pieza sin desear a nadie más. Sé que, tal vez, al finalizar una relación, me encontraré a otra persona.


Me dolió mucho sentir que me escondían, se avergonzaban de mí ¿de mí? no entendía (sigo sin entender) Soy una mujer guapa, agradable, inteligente, hasta divertida. Nunca me había pasado algo así tal vez por eso no supe como afrontarlo. Y eso fracturó un poco mi autoestima. ¿Por qué él me trataba así? Para mí este es el punto más relevante en mi cambio de actitud, me volví insegura, celosa, paranoica, siempre temerosa de enterarme de algo, pensando que su entorno sería más fuerte que mi amor.

Sales a la calle y tu pareja no te ha dicho si le gusta cómo te ves y, sin embargo, si tiene miradas “de inercia” para a otras. No es divertido sentirse insegura y celosa, se sufre. Hay sentimientos y comportamientos contradictorios. Quieres llenar la relación de palabras de amor y salen reproches. A mí me pesaba reclamar, no encontraba las palabras precisas para decir: quiero sentirme segura, saber que estás bien conmigo, que te sientes feliz. Me hubiera gustado aún más que lo demostrara. Si hubiera tenido esa seguridad tal vez hubiera visto esas miradas de inercia con más naturalidad.

Entonces me fui dando cuenta que yo no iba a poder responder esa pregunta, por mucho que me afectara, no me correspondía. El dolor y cierto rencor creció dentro de mí, por qué tenía que cargar yo con un pasado que no me correspondía y anulaba mis expectativas y me obligaba a reprimir el amor que sentía.



Una pregunta: ¿Por qué cambió mi actitud ante la relación? Fui yo fui quién propuso en un principio la discreción, es cierto, me cuidaba de sufrir y no quería hacer público un fracaso. El tiempo pasó, me enamoré y sentí que debía arriesgarme, disfrutar el nacimiento de ese sentimiento.


Crónica anunciada

A veces los amigos dan consejos pensando que con ello colaboran a nuestra felicidad. Si, ahora varios de ellos me dirán: --lo ves, teníamos razón y me dirán el rosario de defectos que le veían; todas nuestras diferencias eran puntos negativos.

Hay una sola cosa en la que tenían razón. Soy valiente, arriesgada y entregada. No me importa apostar aunque a veces pierda, (lo que es relativo porque al vivir siempre se gana).


La separación

No sé cuando se hizo consciente esta necesidad, no era mi deseo. Sufría si lo pensaba, pero empecé a sentir que tampoco estaba bien sufrir una relación. Admitir mis limitaciones para afrontarla, no podía, no sabía cómo. Tener la certeza de que el amor no era suficiente, dolió.

Renuncie a comprender.
Renuncie a construir.
Renuncie a él.
Renuncie a luchar, sentí que lo hacía sola.

Lo que valió la pena

Amar y ser feliz.

Ni el amor ni la felicidad tienen una sola cara, doy gracias por no perder mi capacidad de sentir, amar y ser feliz.

No me arrepiento en ningún momento de darle mi amor, es un buen hombre. Me gustaba admirarlo, pues es trabajador y honesto.

No podemos estar juntos porque él aún tiene cosas por resolver sobre sí mismo.

Estos quince meses fueron deliciosos, felices.
Aprendí con él, quizá no lo crea.
Gracias a su cariño y compañía recuperé parte de mi tranquilidad.
Gracias a él, mi vida retomó su ruta.
Gracias a él, también me inspiró, volví a escribir poesía.
Amaba hacer el amor
Amaba los besos que, somnolientos, nos dábamos en mi cama.
Amaba despertar a su lado, abrazada a él.

Me gustaba su olor.
Me gustaban sus múltiples sonrisas.

A veces no me gustaba que fuera tan dormilón.
A veces me desesperaba su falta de curiosidad. (Bueno, aquí soy yo la que peca de curiosa en el mundo)

No me gustaba sentirme insegura.
No me gustaba sentirme celosa.


Qué alegría compartir…

Un concierto, un lugar nuevo para comer, una borrachera, una vista el museo. Qué alegría compartir mi vida.

Para qué escribir

Creo que debemos poner en claro nuestros asuntos, tratar de mantener siempre la paz interior, no guardar ni temores ni rencores.

Porque quiero tener un pensamiento constructivo, analizar lo malo y lo bueno y quedarme con lo que me haga mejor persona y permita que crezca mi espíritu.
Quiero pensar y construir positivamente porque pese a las desilusiones sigo creyendo en el amor, en la pareja y en que se puede ser feliz.

Hay una parte del Eclesiastés 4:9--12, mi libro favorito de la Biblia, que me gusta mucho:

Mejores son dos que uno, porque tienen buen galardón por su duro trabajo. Pues si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio. Pero ¿cómo le irá al que está solo y cae cuando no hay otro que lo levante?
Además, si dos se acuestan juntos, entonces ciertamente se calientan; pero ¿cómo puede mantenerse caliente uno solo?
Y si alguien pudiera subyugar a uno solo dos podrían mantenerse firmas contra él. Y una cuerda fuerte no puede ser rota pronto.
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Este fue el momento más patético. Ya lo dice el poeta: " Tarde o temprano a todos nos espera el naufragio".