Preferencia nacional
Uno de los inconvenientes de ser una inmigrante amante, a diferencia de una inmigrante económica, es que el mundo se percibe de forma distinta, esencialmente, porque no partimos del agradecimiento por la mejoría de nuestra situación, sino de una filia que nos permite querer o no a este país.
Todo este rollo porque ayer tuve un incidente menor pero habitual.
Estaba en fila en la caja del supermercado y una señora se metió a pagar un dulce para su nieta, como era una cosa (yo llevaba cuatro y dos niños) le pareció que podía tener preferencia, directamente se lo pasó a la cajera.
A mí molestó porque ni siquiera tuvo la atención de decirme.: -oye, déjame pagarlo. Sin problemas.
Yo y mi bocota, se me ocurrió decirle:
-Señora, no es a la cajera a quien debe decirle que es una sola cosa, es a mí, a quien debería preguntarle si me importa o no que se lo cobren antes.
Tremendo enfado, me dijo:
No tengo nada que agradecerte, ustedes vienen a este país y enseguida se trepan.
Eres una grosera.
A mí se que ocurrieron varias cosas, entre ellas contestarle a la española. Señora, váyase a tomar por culo, o bien, decirle que de mis impuestos también salen sus medicamentos.
A mi estos altercados me dejan fatal, encabronadísma y punto del llanto.
Tengo otras perlas.
Un día me ofrecieron mil pesetas (seis euros) por enseñarle las tetas a un viejo cebolleta. Lo más sorprendente, llevaba a mi bebé en brazos, y segundo, mis tetas son bastante normalitas, más bien pequeñas.
Otro día, un misionero de Cáritas me preguntó que por qué no me había visto por la casa que Cáritas tiene en el pueblo. De verdad os juro, que tengo cara de bien comida y la ropa me la compró en los mismos sitios que los españoles.
Me dejó en paz con la última pregunta.
¿Y tu marido, en qué trabaja? Es profesor en la Universidad.
A mí todo esto me sorprende, me gustaría pegarme un cartel que diga.
La casa donde vivo no es de alquiler y no tengo hipoteca. (demasiado largo e infantil)
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