Juan Marsé. Rompiendo las los esquemas. (fragmento)
El texto apareció en El Cultural 6-12 de noviembre.
Rompiendo las pelotas: las campanas del milagro
Lars von Trier no se aminala a la hora de arrastrar a su protagonista por el camino más patético de la amargura. Para los estoicos espectadores que aguanten hasta el final aún hay otra exigencia del arrogante danés: las campanas en el cielo. Si todos nos creemos el milagro de Bess es, en parte, porque la película sólo tiene sentido para el milagro; si realmente el sacrifico de la muchacha no hubiera servido para nada, sería en verdad un film difícil de soportar. A algunos, por otra parte, Bess nos ha hecho creer en la fuerza de Dios. Dios existe en la medida que ella cree en él. La fuerza de Dios es la fuerza de su fe. Por lo tanto, si existe para ella no es inaceptable que le conceda el milagro a cambio de su sacrificio. Visto así, aceptando y asumiendo el milagro de Bess McNeill, la película terminaría con el sonido que hace el cuerpo de la joven al ser arrojado al océano oscuro por su marido. “Todo está oscuro, Jan, Jan...” . Es decir, la aventura de esa mujer extraordinaria acabaría a oscuras y en silencio, como su existencia en el pueblo escocés donde vivió y rió. Así que Lars von Trier, cuyo primer voto de castidad decía que “accesorios y decorados no pueden ser introducidos, que si un accesorio en concreto es necesario para la historia será preciso elegir un exterior donde se encuentre este accesorio, suspende nada menos que dos pedazos de campanas gigantescas sobre el tumultoso cielo escocés y las hace repicar sin complejos. Herejías. Una Herejía que este autor se limita a justificar tan sólo con la fuerza de su obra. Una herejía de la que el espectador debe sacar sus propias conclusiones.
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