domingo, febrero 15, 2004

Orlas de confusión. 11S y 15F

¿Hay un progreso para el género humano?

La pregunta por el progreso del género humano la formulaba Michel Foucault a propósito del texto de Kant ¿Qué es la Ilustración?. Esta pregunta fue el hilo conductor de tres textos:“Omnes et singulatim”: hacia una critica de la razón política”; y en sus conferencias de 1983 y 1984, con el nombre de ¿Qué es la Ilustración?. En este apartado seguiré algunas de sus tesis en función del propósito de este ensayo.
A diferencia del texto La idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita y su pregunta por la teleología histórica, Foucault se centrará en ¿Qué es la ilustración? para él, aun cuando el texto es menor, la pregunta que formula será heredada hasta bien entrado el siglo XX. Esto es, la pregunta por la actualidad, sobre el hoy, el ahora, y sin ser la primera vez que esta pregunta se realiza, su importancia consiste en que esa pregunta es también una pregunta por el quehacer filosófico.
Para Foucault no basta seguir la trama teleológica por que eso sería equivalente a hacer historiografía clásica, y por supuesto, eso no le interesa ni como filósofo ni como genealogista, lo lleva a preguntarse por las causas, a buscar los signos que indiquen el progreso del género humano. ¿Cómo definir un signo realmente significante? lo que él llama signos, de aquello que ha hecho posible el progreso, de ahí que se deba elegir un acontecimiento, que debe cumplir con ciertas características.
Un acontecimiento no necesariamente debe ser un gran acontecimiento, hasta ahí tanto Kant como Foucault coincidirían, si bien, este último se preguntaría, ¿cuáles han sido las condiciones de poder, las técnicas que han derivado en la conformación de un gran acontecimiento? En el caso de Kant, ¿cuál seria el acontecimiento que implique una reformulación de los valores de tal forma que el género humano se cuestione sobre su conocimiento?. Kant podrá el ejemplo de la Revolución Francesa y dice: Lo importante en la revolución no es la revolución misma, es lo que pasa en la cabeza de quienes no la hacen o en todo caso o son sus actores principales, es la relación que ellos mismos tienen con esa revolución de la que no son los agentes activos. (Kant). Pero, ¿no es esto una contradicción? Lo auténticamente significativo de la revolución está en la forma en que es percibida. Kant interpretaba la Revolución Francesa como un acontecimiento de referencia moral. Una reformulación de los principios que llevan a una guerra pero no con análisis de carácter histórico, aunque le preocupara el tema de la teleología histórica, necesita aislar los signos que están en un acontecimiento para determinar si el género humano progresa. ¿cuáles son los signos que determinan mi actualidad, y como determinarán el futuro?. Ese es el punto realmente fuerte de su planteamiento, percibir la actualidad, no como una situación espacio temporal ineludible, sino determinada por una elección voluntaria, es decir, actuar, atreverse a pensar, atreverse a tomar la rienda de sus decisiones.
Este hecho histórico contiene los tres puntos: rememorativum, demostrativum, pronosticatum- que según Foucault deben de cumplirse en cualesquier acontecimiento señalado como signo de progreso. La revolución Francesa los cumple. Es un signum remorativum, porque muestra la inclinación presente desde el origen; un signum demonstrativum porque enseña la eficacia presente de esa disposición y finamente, un signum pronosticum porque si bien hay resultados de la revolución que pueden volver a ser cuestionados, no se puede olvidar la disposición que se ha revelado a través de ella. (Foucault, 1996:78). Estos tres signos implican una apuesta por el análisis de sí mismo en tanto entes que se determinan por la historia, por supuesto, que no pierdo de vista que la Revolución como todo gran acontecimiento está lleno de matices, y que los procesos políticos, ideológicos e históricos que la propiciaron, pero es necesario extraer los puntos que llevan al hombre a usar su razón con libertad, o como dice Kant, la libertad de usar la razón. La diferencia en cuanto a propuesta de Kant y Foucault, respecto al trato de los signos, es que para uno la crítica deberá ser trascendental y metafísica, y para el otro, genealógica y arqueológica. Al retomar el ejemplo de la Revolución Francesa quería mostrar que no todo acontecimiento bélico es necesariamente un repliegue de la humanidad, ni siquiera las dos guerras mundiales pese a lo doloroso de las enseñanzas. Como bien sabemos, el horror de los campos de concentración y de las grandes migraciones fructificaron en los ya mencionados logros que ahora la Constitución Europea pretende resguardar.
Estos signos son los indicios que nos servirán para determinar si los acontecimientos a los que nos referimos en este texto son síntomas de progreso o simplemente son hechos históricos conmocionantes. Como ha quedado claro los dos acontecimientos han sido señalados con dos fechas: el once de septiembre, el día en que Estados Unidos mostró una vulnerabilidad insospechada y fatídica. El quince de febrero, cuando millones de personas salieron a la calle para manifestarse en contra de la guerra, ¿son estos acontecimientos realmente rememorativos, demostrativos y pronósticos de algún progreso permanece que impulse al género humano en su totalidad? (Foucault, 1996: 75). Ahora bien, yo considero que tiene más importancia el quince de febrero que el once de septiembre. Una de las diferencias que considero básicas se refiere a los actores y los papeles asignados a los primeros les tocó el de trastornados violentamente, a los segundos espectadores, en ambos casos el uso de la razón y la libertad difiere enormemente, por una lado la incapacidad de tomar rienda de los hechos, y por otro la capacidad de actual a la par de las circunstancias, y del uso de la libertad y la razón. Unos han apostado por ejercer su derecho a manifestarse como individuos y como colectividad, los otros han dejado a cargo al gran pastor.
Once septiembre
Signum remorativum. Es díficil determinar si había una tendencia hacia ese acontecimiento, sin embargo, una pregunta que se formularon tanto Norman Mailer como Richard Rorty, también en periódicos, era ¿por qué los americanos (sic) hemos despertado tanto odio?. En Latinoamerica hubo reacciones encontradas, no faltó quien fuera al archivo y mostrara la retahila de intervenciones norteamericanas tanto militares como comerciales. Sin embargo, en los países debajo de la franja del Río Bravo nunca han cometido un acto terrorista hacia la potencia norteamericana. ¿por qué? ¿Es el aspecto religioso determinante? Aún cuando los servicios de inteligencia dicen haber tenido información sobre un posible ataque, nadie más sabía de esto. Con lo cual la posibilidad de convertirse en un espectador y no en una víctima fue anulada. Los participantes vivieron el evento como una conmoción. Y la diferencia entre la conmoción y la expectación, abarca al lado emotivo como racional. La expectación define al estado de espera de lo pendiente. La conmoción es sumergir violentamente en la confusión.
Signum demonstrativum. Cuando Foucault habla del signo demostrativo y de la continuidad, no se refiere, a la prolongación traumática de una conmoción. Como tal parece que se encuentra el espectador que ha evitado un autoanálisis para saber por qué fue objeto de una acción terrorista y lo sigue siendo fuera de las fronteras. Esa pregunta lanzada al aire por los dos intelectuales norteamericanos no ha sido retomada, al menos públicamente no se ha realizado lo que Kant llamaba el uso público de la razón. La constante en estos tiempos es la sensación de supervivencia, los actores no han tomado distancia del espectáculo del terrorismo porque aún la guerra en Irak es vívida como continuación visceral. Cuado el pastor habla no dice “Tened coraje de valerse por si mismos”, dice. Hay que temer porque fuimos, somos y seremos víctimas. La libertad duradera empieza y termina en Manhattan.
Signum pronosticum. ¿Se puede pronosticar con esos signos? Dice Foucault, que si bien los resultados pueden ser cuestionados, no se puede olvidar la disposición que hubo. Y la disposición fue: una guerra ilegal, un miedo cotidiano. Los Estados Unidos, que hace medio siglo podían considerarse pioneros en este camino, [el derecho cosmopolita] no sólo han destruido con la guerra de Irak esa reputación y renunciado al papel de potencia garante del derecho internacional; con su actuación contraria a derecho han sentado un ejemplo devastador para futuras superpotencias. No nos engañemos; la autoridad normativa de Estados Unidos está en ruinas. (Habermas, 2003). En la apuesta por el modelo maquiavélico, es decir del uso legítimo de los medios, o el modelo kantiano, sobre la búsqueda de una paz mundial, se optó por el primero. ¿Cómo podemos pretender que sea un signo pronostico, si los argumentos expuestos para legitimar una guerra han sido aleatorios? Todo comenzó con el fin de acabar con un peligro “inminente”, la guerra bacteriológica. Y terminó derrocando a un sátrapa sanguinario. Pero esa consecuencia positiva no legitima la intervención. La paz perpetua no puede ser un resultado azaroso.



Quince de febrero.

Signum remorativum. Esas manifestaciones fueron la cabeza del iceberg que ya existía desde hace un par de años, con los grupos antiglobalización. Aunque es verdad que gran parte de los participantes del once de febrero no habían asistido a una manifestación, probablemente desconocían y desconozcan; por ello es arriesgado establecer una conexión, pero hay que considerar que la convocatoria para un manifestarse un día específico surgió de redes ya existentes. También hubo un efecto bola de nieve, pero lo realmente importante es la situación de espectadores en la cual se colocaron esos manifestantes. Y ser espectador en la terminología foucaultiana significa hacer ejercicio de la razón y la libertad. Ser espectador es ser participante. Hay países donde había mayor predisposición que en otros ya que le manejo de la política interna había demostrado un grado de autoritarismo, como es el caso de Aznar, o de corrupción, el caso de Berlusconi. La imposición de los primeros ministros de Reino Unido, Italia, y España, por poner algunos ejemplos, sobre la participación de su país en la guerra. El uso del poder a la usanza dictatorial. Tal vez sea uno de los elementos que enervaron a los ciudadanos pero no explica la de otros países.
Signum demonstrativum. ¿Podemos considerar que esas manifestaciones fueron eficientes? Sí, no para parar la guerra, pero tampoco para dejar solo una iconografía pacifista. Realizar una lectura del estado actual del espectador, es por lo menos peculiar, porque no hay grandes eventos que reclamen su exposición abierta. Sin embargo considero que hay suficientes evidencias para considerar que hay una continuidad en las preocupaciones sobre la guerra. La libertad de usar la razón, de hacer ejercicio crítico de la situación, el afán por entender, las preguntas de orden moral, político, las consideraciones sobre la necesidad de reestablecer el papel de Naciones Unidas, como garante de legitimidad, salvaguarda de la paz y defensora de los derechos humanos. Una pregunta engañosa sería: Si la Naciones Unidas hubieran legitimado la declaración de guerra, hubiera habido tales manifestaciones. Yo creo que si, que los bienes conquistados por la Europa de postguerras -, mencionados varias veces aquí- también habrían removido las inquietudes de los ciudadanos, es probable que numéricamente hubiera sido inferior, pero eso no importaría.
Signum pronosticum. La perspectiva hace difícil pensar que hay una posibilidad que se estas manifestaciones y esa expectación realmente nos indiquen que el ser humano progresa. Todo las pasiones surgidas, y sostenidas, antes, durante, y en la poco pacifica postguerra, me hacen pensar que los espectadores han ubicado los pros y los contra de ejercer su derecho a expresarse; así como la necesidad de reforzar los usos normativos acordados por la comunidad internacional. El peligro está en perder de vista que: No hay una alternativa con sentido al desarrollo cosmopolita de un derecho internacional que escuche por igual y recíprocamente las voces de todos los afectados. (Habermas,2003)