Doble identidad
Durante un mes he intercambiado mensajes con mucha gente, amigos con los que ocasionalmente me escribo, el día del atentado recibimos llamadas de casi todos nuestros amigos que viven en el extranjero, además de mi familia.
Una de mis amigas escribía: ”supongo que habrás estado sufriendo mucho en estos días tan negros para España que es casi es tu patria, además de que es la patria de tus hijos.”
Casi cuatro años he tardado en sentirme cómoda aquí, me parecía que los españoles tenían muy malos modos, tuve experiencias racistas bastante desagradables, a veces siguen pasando. Me sentía sola y no siempre el amor de mi compañero era suficiente.
Tenía la impresión de que amar un país debe devenir del enamoramiento, de ahí que mi sueño fuera vivir en Rio de Janeiro, Lisboa o Kenia.
Hace meses, cuando solicité la nacionalidad española, empecé plantearme cómo debía asumir una nueva condición. Mis hijos son mexicanos y españoles, sus pasaportes lo constatan pero es una ficción, son españoles, aquí crecen, aquí juegan, tal vez aquí se enamoraran. De México tendrán lo que yo pueda transmitir, no sé cuanto hay de consciente y cuanto de inconsciente, tampoco sé si eso será determinante en algún momento de su vida.
Dicen que el acento me ha cambiado, ya no “canto” al hablar pero tampoco ceceo y tampoco digo frases como “voy a por ello”, “ la dije”, “en el en medio”, etc.
Ayer caminé por el Retiro, por el Paseo del Prado, por Gran Vía me di cuenta lo mucho que me gusta Madrid.
El día de los atentados, los madrileños dejaron de ser ellos para ser nosotros, y esto lo digo alejada de la formulación retórica de “en ese tren íbamos todos”.
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