jueves, noviembre 11, 2004

¿Se respira en esta ciudad?

Aspiro, expiro, una, dos, hasta quinientas veces, tal y como me han recomendado (gracias sub.maria). Pero este corazoncito mío no se sosiega. Lo de mi madre me preocupa, me entristece y me avergüenza, por partida doble, por ella, por mí, por estos sentimientos contradictorios e incontrolables.
Jamás me había avergonzado de ella. Cuando era niña su minusvalía nunca tuvo valor, simplemente no existía. Se hizo evidente con la primera piedra, es decir, al primer insulto de otro infante, libre, efectivamente, de tener una madre asimétrica. (Cuando era bebé se cayó de su sillita y se destrozó parte de la mandíbula). A partir de ese momento, escuché, en varias ocasiones, burlas de mis compañeros e ideas peregrinas que se formaban algunas madres sobre el porqué de la “deformidad” de mi madre.

Sé que la vida de mi madre fue difícil, jodidamente difícil, puedo entender la genealogía de esa esquizofrenia paranoide pero hacerlo no facilita el cauce de mis emociones. Si me preguntarán cómo es mi madre diría que generosa, sobreprotectora.
Mi madre ha hecho un par de cosas que sólo abren brechas entre ella y su familia, incluyéndome. La semana pasada fue de episodios de ira y de amenazas. Fue terrible, no sabemos bien lo que debemos hacer, ella no percibe que está mal, el resto del mundo se equivoca, ella no. Me dice que la loca soy yo porque prefiero a mis tías.