Tengo suerte, lo encontré.
Esta semana los niños se van sus los abuelos. Aprovecharé para hacer mil cosas en casa, acabar dos libros pendientes, y hacer el amor, sin preocuparme de que los niños nos escuchen o entren repentinamente.
Como saben, escribo bajo seudónimo porque a mi amor no le gusta que se ventile nada de lo que pasa en este apartamento de 100 metros. Un paranoico. (Se jode, porque hay director porno con quien comparte nombre y primer apellido)
Llevamos siete años juntos. La suma de viajes, de uno y otro, da un año y medio de distancias, con nuestro primer hijo no estuvo conmigo dos tercios del embarazo, con el segundo, no estuvo en el parto. Una relación peculiar, nos conocimos, a los tres meses vivíamos juntos y los seis decidimos ser padres. No fue mil sobre hojuelas, todo lo contrario, para esta relación tuvimos que domar nuestro carácter, un carácter explosivo que un día estaba con niño y maletas a punto de subir a un avión. En otro viaje, fue él quien me dejo, pero no en la esquina o en el metro, sino en ¡Venezuela! Yo estaba que trinaba, así que me quedé una semana más.
Con él soy libre de muchas formas, mi vertiente maniaco depresiva desapareció, también lo hicieron mi inseguridad y mis celos.
Al principio lloraba con él un desamor desagarrador.
Un día me pregunto:
-¿me quieres?
-Si
-Eso es lo que importa, llora todo lo que necesites porque cuatro años de tu vida no te los puedo quitar, ni te lo pediría.
Lo adoro, aunque hay días que le patearía el culo hasta caer exhausta.
<< Home