NUESTRA AGACHONA POLITICA EXTERIOR MEXICANA Y LOS ABUSOS DEL PISTOLERO BUSH
Nuestro presidente Bush
Carmen Aristegui F.
REFORMA
" Quien sacrifica la libertad por la seguridad, no merece ni la libertad ni la seguridad". Benjamín Franklin
Bien dicen algunos que, en las próximas elecciones de noviembre en Estados Unidos, se debería contemplar un padrón mundial de electores para saber si el mundo quiere o no a George Bush como Presidente reelecto. De tal manera inciden las políticas impulsadas por Washington en el resto de los países, que todos los ciudadanos deberíamos tener un mecanismo para refrendar o no ese mandato. La prepotencia, la dominación y la injerencia de las que hace gala han rebasado los límites tolerables. Ya es demasiado. Nos ha colocado gravemente en una situación regresiva. Ha roto el multilateralismo, avasallado a los gobiernos y desconocido, incluso, aspectos primordiales que distinguieron a la política exterior de Estados Unidos y del mundo en los últimos 50 años. Abandonó la política disuasiva, eje motor de la diplomacia, para sustituirla por el engendro del ataque preventivo. Ha reemplazado las formas más elementales, que aun desde la posición dominante deben prevalecer, por los procedimientos más groseros de imposición. Pidió a su Congreso un financiamiento multimillonario para instrumentar una política del terror contra el terror sin una pizca de autocrítica que le permitiera ahondar en las raíces del terrorismo. Apenas llegó a decir "¿Por qué nos odian tanto?"
Ha ampliado sus poderes a costa de libertades y derechos ganados por los norteamericanos y, de paso, ha hecho volar en pedazos el derecho internacional. Desató una búsqueda, parcialmente exitosa, en contra de antiguos aliados de Estados Unidos, como Hussein y Bin Laden, sin reconocer las responsabilidades de su país en la existencia de tales sátrapas.
Igualmente, solicitó autorización para explorar nuevos usos de las armas nucleares. Sembró, con ello, la idea de que una guerra nuclear no debe ser descartada.
A partir del fatídico 11 de septiembre del 2001, se reveló a sí mismo como el Mesías que el mundo entero no sólo debe seguir, sino obedecer. Ha cambiado la concepción sobre el papel de su país en el contexto internacional. Ya no es la nación más importante que, desde la Segunda Guerra Mundial, influía de manera determinante en las políticas de seguridad nacional e internacional. Ni siquiera es -como diría alguna vez Madeleine Albright- "la nación imprescindible". Hoy Bush coloca a su país como el único capaz de decidir sobre el resto y determinar las acciones a seguir del mundo civilizado. ¿Quién no recuerda aquello de: "todas las naciones, en todas las regiones, tienen ahora una decisión que tomar. O están con nosotros, o están con los terroristas"? O la otra, en pleno debate sobre la guerra en Iraq: "En algún momento puede que seamos los únicos que quedemos. Para mí no hay problema. Somos Estados Unidos". Simplemente demencial. Lo más grave no sólo es que Bush no tenga contrapesos, sino que parece que ni siquiera tiene un siquiatra. La humanidad tiembla ante el poder ilimitado del presidente de los Estados Unidos. Nuestro Presidente.
En las últimas semanas, el imperio se ha hecho sentir en millones de personas al asumir directamente el control de los vuelos de varios aeropuertos hacia su territorio e iniciar un proceso masivo de fichaje de sus visitantes. No hay pero que valga: ellos mandan.
El mundo está o debería estar molesto. Algunos replican y otros simplemente se someten. Triste prueba del contraste para saber el quién es quién.
Brasil acude a la reciprocidad ganando simpatías, pero, recibiendo reprimendas de inmediato. Portugal y otros países buscan la manera de responder. Kirchner explota por el injerencismo con un: "terminemos de ser una alfombra".
En México, lamentablemente la actitud no puede ser más sumisa. Nuestras autoridades se han envuelto en una sarta de contradicciones, explicaciones insostenibles y
<< Home