Somos delincuentes porque estamos jodidos.
Esa s casi una consigna justificatoria para hablar de la delincuencia, la he escuchado varias veces, hablando con amigos o con la familia.
Ahora resulta que aquellos que actúan son saña en los asaltos, que atentan sexualmente contra mujeres, niños y hombres, lo hacen por ser pobres.
La criminalidad no es directamente proporcional a la pobreza sino a la impunidad, y esa abunda en México, no sólo la policía actúa de manera ineficiente, sino que en muchos caso no conviene a sus intereses. Vamos, que para crimen organizado el de la policía mexicana.
Cuántos cuerpos policiales en el mundo son extorsionados por sus propios jefes, según me cuentan, los policías siguen pagando para conseguir una patrulla, o una motocicleta, ignoro si también tienen que pagar por el uniforme. Cómo no van a ser corruptos si todos los días tienen que pagar la comisión al jefe inmediato.
En el informe Todo lo que debería saber sobre el crimen organizado en México, dice el IMECO en 1998:
“El crimen organizado en lo fundamental es organizado desde el Estado, protegido desde el Estado y defendido desde el Estado ante las exigencias de las víctimas –la sociedad- de poner fin a las agresiones de estos grupos delictivos. De hecho, la “mafias” mexicanas habitan en el corazón del mismo Estado.”
En las últimas semanas he leído varios textos en torno al feminicidio en Ciudad Juárez, pero me ha llamado la atención Huesos en el desierto de Sergio González Rodríguez, amenazado de muerte, según me contó una de las escritoras que presentó su libro. El libro articula perfectamente los argumentos y muestra las contradicciones de las autoridades policiales y políticas en el seguimiento de los casos, en la construcción de culpables, del ocultamiento y desaparición de pruebas, al parecer, encaminadas a altos mandos del poder judicial y del poder ejecutivo. Dice el autor: “los homicidios contra mujeres era sólo una parte de los delitos que se cometían a diario contra las mujeres en esa zona fronteriza.” Pág. 112, podemos añadir, a todo México.
Hace un par de días hablaba con un compañero, dedicado a estudiar el crimen organizado, me preguntaba. ¿Por qué les llama tanto la atención los crímenes contra las mujeres, si el total apenas sumaría la mitad de los asesinatos de hombres en un año?
Por lo visto, la respuesta no es obvia. La formulación de esta pregunta por un hombre culto, sensible e inteligente trasluce muchas cosas, entre ellas, que no se trata de datos cuantitativos. Ahí dejo la pregunta.
Ahora resulta que aquellos que actúan son saña en los asaltos, que atentan sexualmente contra mujeres, niños y hombres, lo hacen por ser pobres.
La criminalidad no es directamente proporcional a la pobreza sino a la impunidad, y esa abunda en México, no sólo la policía actúa de manera ineficiente, sino que en muchos caso no conviene a sus intereses. Vamos, que para crimen organizado el de la policía mexicana.
Cuántos cuerpos policiales en el mundo son extorsionados por sus propios jefes, según me cuentan, los policías siguen pagando para conseguir una patrulla, o una motocicleta, ignoro si también tienen que pagar por el uniforme. Cómo no van a ser corruptos si todos los días tienen que pagar la comisión al jefe inmediato.
En el informe Todo lo que debería saber sobre el crimen organizado en México, dice el IMECO en 1998:
“El crimen organizado en lo fundamental es organizado desde el Estado, protegido desde el Estado y defendido desde el Estado ante las exigencias de las víctimas –la sociedad- de poner fin a las agresiones de estos grupos delictivos. De hecho, la “mafias” mexicanas habitan en el corazón del mismo Estado.”
En las últimas semanas he leído varios textos en torno al feminicidio en Ciudad Juárez, pero me ha llamado la atención Huesos en el desierto de Sergio González Rodríguez, amenazado de muerte, según me contó una de las escritoras que presentó su libro. El libro articula perfectamente los argumentos y muestra las contradicciones de las autoridades policiales y políticas en el seguimiento de los casos, en la construcción de culpables, del ocultamiento y desaparición de pruebas, al parecer, encaminadas a altos mandos del poder judicial y del poder ejecutivo. Dice el autor: “los homicidios contra mujeres era sólo una parte de los delitos que se cometían a diario contra las mujeres en esa zona fronteriza.” Pág. 112, podemos añadir, a todo México.
Hace un par de días hablaba con un compañero, dedicado a estudiar el crimen organizado, me preguntaba. ¿Por qué les llama tanto la atención los crímenes contra las mujeres, si el total apenas sumaría la mitad de los asesinatos de hombres en un año?
Por lo visto, la respuesta no es obvia. La formulación de esta pregunta por un hombre culto, sensible e inteligente trasluce muchas cosas, entre ellas, que no se trata de datos cuantitativos. Ahí dejo la pregunta.
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