sábado, marzo 12, 2005

Piloto automático.

Desde el 26 de enero estoy instalada en una panadería desde las seis de la mañana a la una de la tarde. Experiencia en este trabajo, ninguna. Ventajas: está a unos pasos de mi casa y tengo mi uniforme de panadera.


Uno de los cambios más notables está en mis manos, tienen un tacto extraño, ásperas pero no como manos callosas, sino a tortilla requemada. Las miro a contraluz, hay partes de minúsculos pellejos y otras lisas, éstas suelen ser las zonas quemadas.

Mis manos hace un mes tenían una manicura semanal, ahora llevan las uñas cortas y fuerza de estar en contacto con la harina, tienen una apariencia blanquecina. Además de algunas quemadas también tienen un par de cortes, unos debidos al pan congelado, otros a la corteza del pan caliente, otros más por el cuchillo que utilizo para cortar adornos.

El corte que hace un pan congelado, es similar al de una hoja de papel, un corte fino, limpio, profundo e imperceptible al ojo, pero bastante jodón.
El corte de una corteza de pan caliente es parecido a rasparte con una pierda, molesto en el momento pero que rápidamente se olvida porque el calor tiene un efecto cauterizante.
El corte de un cuchillo es probablemente más conocido, su forma de V lo hace algo más escandaloso pero se soluciona con agua, jabón y mentiolate.
Las quemadas debidas al contacto imprudente con el horno se han solucionado en la medida en que mi cuerpo a memorizado los movimientos que debe y no debe hacer. Además de meter al horno el pan congelado, también hago algo de pan de dulce y pan salado. Aún no sé hacer ni la mitad de las cosas, cuyo nombre muchas veces desconozco.

La panadería pertenece a una cadena de supermercados, así que hice una entrevista en recursos humanos, entre las cosas que me dieron y preguntaron
-- Tu currículo me parece que no se amolda a este tipo de trabajos. ¿estás preparada psicológicamente para este trabajo?. Mira, no nos gusta preparar gente y que enseguida nos abandone.

Después de estar varias horas de pie, mis tenis están adquiriendo, una forma que con su uso cotidiano, el de antes, nunca habrían adquirido, quizá lo apropiado sea decir que están perdiendo forma, como si los habitaran a la vez un pie plano y un patizambo y que lucharan por ver quien gana la pantalla, he de aclarar que ni simple vista ni de forma detenida poseo ninguna de estas características podológicas. n Digo forma por decir algo Las dos primeras semanas fueron tremendas, me dolían músculos que nunca había usado, por lo menos tantas veces al día. A fuerza de estar varias horas de pie, subiendo cajas, metiendo y sacando pan del horno, me duelen músculos que no me parecen conocidos de antes.
Bisbirje me dice.
--Mamá, qué tienes aquí, señalaba debajo de los ojos.
Dos pelícanos por ojos tengo. Dos bolsas marrones. Caigo en la cuenta que hacer panes me pone en piloto automático, como cuando trabajaba de contable en España, tecleando en el contapuls los códigos contables de ventas, compras y gastos.
Mis hijos están contentos, curiosamente, Saltimbanqui me dijo el otro día. – Cuando sea grande quiero ser panadero como tú. Curioso. Después de varios años de precaria universitaria, hasta hace medio año, mi hijo nunca pensó que valiera la pena hacer lo mismo que yo.