jueves, marzo 31, 2005

¿Quién dijo olvido o desamor?

Ni él ni yo. ¿Qué extraño? Los abrazos y los besos, en medio de la noche en medio de los sueños como quien se cobija un poco más en un movimiento que el cuerpo pide y, sin dilación, se acomete sin que asome la vigilia.
Este recuerdo está tan lejano como aquél de esas noches de enfado, de maldito sinsabor. La cama (más grande que una matrimonial) era un páramo silencioso, insuficiente, para él, para mí para los reproches.
Cuando el abismo desaparecía pasaba muchas noches abrazado a mí, besando mi cabello y descendiendo hasta mis omoplatos, según él eran mi zona erógena. Debe ser, ya que la piel, al igual que los ojos del aforismo de Machado, solo es en cuanto es para y por otro.