viernes, abril 08, 2005

Grafólogo inclemente

Saltimbanqui ha perdido su primer diente, un día se dio cuenta que lo tenía flojo y otro día, sin notarlo, se lo trago junto con un trozo de manzana.
Su padre le escribió una carta (bajo el seudónimo de Ratoncito Pérez) he hizo un dibujo, escaneó la carta y me encargo que se la metiera bajo la almohada, con su correspondiente moneda de diez pesos.
El niño, después de que se le paso la emoción, me dijo un par de horas después.

---Mamá, este ratón se parece mucho a los dibujos que hace mi papá.

Silencio.

--Cuando hable con papá se lo voy a decir

Silencio.

---Tu crees qué crees.

---Mmm, bueno, yo creo que deberías entender que tu papá quería que estuvieras feliz. Anda, no le hagas esto, no le digas que te has dado cuenta.

---Por qué no le voy a decir nada, nadie se muere porque le digan algo.

¡Cielos! ¿Qué monstruo racional estoy creando?


Al final no le dijo nada, le contó el acontecimiento como si aún creyera en el roedor odontocolector.