domingo, septiembre 18, 2005

Nuevo sueño


Bajaba por una montaña acompañada de dos amigas, una de ellas murió hace dos meses, de cáncer.
La montaña tenía una vegetación exuberante pero nosotras bajábamos por unas escalinatas de piedra caliza, yo iba vestida de blanco, con mi uniforme de panadera.
Mis amigas me reprochaban el polvo que cubría mis tenis.
Empezamos a jugar con piedras, aparecieron dos perros grandes de pelaje fosco y negro, se lanzaron sobre nosotras.
Los perros hablaban y entre ellos comentaban.
--Nos quieren quitar nuestras piedras.
Tiramos las piedras, rodaban, rodaban como si tuvieran motor.
Mis amigas desparecen y yo corro hasta parar a un precipicio peculiar, un árbol gigante, muy viejo, sin ramas, tan ancho que me impedía asirme a él. Uno de los perros también desaparecía y el otro tenía especial virulencia contra mí.
Caí y me sostenía con los dedos al canto del tronco viejo. Una de las piedras con las que jugaba estaba al lado del perro, él empezó a mordisquearme los dedos, yo sabía que su intención era mi muerte. Me horroricé pero fue breve deje de sentir para pensar cómo podía salvarme, sentía dolor en una de mis manos, en la otra, cansancio. Con la mano que mi mordía traté de coger la piedra y meterla en el hocico del animal, intentaba atragantarlo.
Al lado del árbol viejo y desnudo, la vegetación frondosa de miles de verdes, árboles jóvenes, pensé en soltarme y llevarme al perro conmigo, pensé que era mi única posibilidad. El azar y mi esperanza de encontrar una rama para asirme y mi intención de seguir viviendo.
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Mis emociones, ser conciente de la muerte de mi amiga, la tristeza de no volverla a ver, como a los otros. Soñarla antes de su deterioro de los últimos meses, y de se cuerpo consumido de treinta y cinco kilos.
Una de sus últimas voluntades. Nada de velarla en Gayoso, nada de gastos excesivos en funerales, todo ahorro debía ser destinado a una buena borrachera, con un buen tequila, a ser posible con música. Así fue.
Ella no lo pidió pero su tumba estuvo repleta de rosas amarillas, sus preferidas.
Pero la vida sigue y yo me preguntó; ¿Qué hacia una escalera en medio de una montaña llena de vegetación?, ¿Qué hacia un árbol sin ramas y tan viejo contradiciendo su entorno? ,¿por qué los perros hablaban? Eso sí, por mucho que el coloquio de Cipion y Berganza me diviertan, me pareció excesivo.