lunes, enero 30, 2006

espero que no se encabrone.

Hace un par de días intercambio e-milios llenos de nostalgia con una de mis amigas de la adolescencia, Rocío, que vive desde hace cinco años en Irlanda -vivio otro s cinco en Francia- con sus dos churumbelas y marido franchute.
Estuvo aquí hace un mes y tiene la nostalgia tremenda, tal vez no debería pegar aquí su correo pero me parece que vale la pena.

Pues como el buen Juan Soriano indicaba, se comprueba de nuevo que no somos exportables. Se me antoja irme a comer unos tacos de barbacoa a Milpalta, unas quesadillas de huitlacoche a Xochimilco, un pollo en mixiote y una jarrota de pulque a Hidalgo, un esquimo al mercado de Guerrero, irme a hacer una limpia de nuevo (y al menos dos veces por semana) al Zócalo, comprarme polvos para el amor, para el dinero, para la suerte y que me hagan unos trabajitos en el mercado de Sonora, quiero comprar otros polvos para la felicidad en Tepito. Deseo ardientement una piñata de Ricoché, tomarme un tepache, un helado de tequila y pelearme con un pesero, quiero curarme la cruda un sábado alternativo en el Chopo, o viendo una película del Santo si es domingo, quiero comerme una piña y tres aguacates, quiero tomar una cerveza fria en una terraza calientita, mecerme en una hamaca hasta marearme, quiero comer unos chapulines con limón, una jícama con chile piquín, un elote con crema y queso mientras observo los faroles del claustro de la iglesia de Tlalpan.
También, y de manera bastante extraña, tengo nostalgia por cosas que no han pasado, por ejemplo, quiero que demos fin al neoliberalismo en México, y tener un presidente indio que hable de vibras y no de estadísticas. Quiero vivir en México y ser la patrona de una cantina subsidiada por el estado gracias a alguna ley de esparcimiento, y hablando de esparcimiento, también quiero que se legalicen la mota, los hongos, la coca y el epazote. Quiero que todo trabajo sea voluntario, cooperativo y estrictamente necesario, que las cárceles se conviertan en bibliotecas, los tiraderos de basura en jardines y los jardines en hortalizas, que se aprueben la eutanasia, el aborto y la castración química de los pederastas, quiero “raptar a la suave patria en la cuaresma opaca”, como diría el cursi de López Velarde.
Si se me cumplieran todos mis deseos y antojos me iría de rodillas a la Villa y bailando a Chalma, también le prendería una veladora a la Santa Muerte, patrona de los desesperados, y otra más al poderísimo Malverde. Mientras tanto no queda de otra más que vivir con éstas y otras añoradas nostalgias. De entre todas, la más grande y la que más pesa es la de mi banderola --la panda, los amigos- , reciban un beso y un abrazo, de nuevo.
Que sirva el sentir de Rocío pra mandar un afectuoso abrazo a los transterrados.