miércoles, marzo 15, 2006

El miedo en el trazo.

Hace un par de semanas la profesora de pintura de mis hijos señalaba a una estudiante de la clase de óleo que sus trazos reflejaban miedo, acotaba, que ese espacio de treinta por cincuenta era, sin duda, donde se podía expresar con mayor libertad.
Ignacia, así se llama la profe, vive en San Pedro Atzompa, que significa lugar de muchos pozos. La casa de cultura de mi pueblo tiene escasos recursos, los profesores no cobran, no están contratados, el trabajo es voluntario.
La profesora también dio clases de baile folclórico en su pueblo, a escasos dos kilómetros de donde yo vivo. Me contó las dificultades con las que se pudo establecer un grupo pues las mujeres que lo conformaban salían a escondidas de sus maridos. Las consecuencias fueron tremendas cuando se presentaron en el precario auditorio éstos las desconocieron como esposas.
Los niños han pasado distintas técnicas acuarela, pastel, lápices de colores, y hace poco, han iniciado con la escultura, una de sus primeras tareas consistió en realizar una escultura que tuviera que ver con la comunidad en la que vivían, porque, explicaba, no era no mismo vivir en Teotihuacan que en Zumpango, de ahí que los niños pasarán una semana observando su entorno, reconociendo su pertenencia y su diferencia.
La primera exposición en la que participaron se realizó en diciembre y fue con un huizache, arbusto espinoso, abundante por estas zonas. Cuando se exporto la idea del árbol de navidad y ante la imposibilidad de tener árboles, los lugareños adoptaron la idea pero no la forma, cogieron un huizache y en las espinas encajaron dulces, chocolates, y pintaron sus ramas con cal.
Le contaba esto a una de mis amigas que tiene como proyecto hacer una casa de la cultura en la Condesa, un barrio bien y bastante culturizado donde seguramente nadie irá a escondidas, ni la cultura será ese bullicio de voces que recitan una obra de teatro, a veces, apagadas por ese zapateo de huapango sobrepuesto al llanto de niños desesperados por ir a casa, rogándole a su madre dejar el vitral a medias o de esos olores de pintura de cuadros, o de pegamento de futuros alebrijes.

Y mientras, esta casa de cultura, como habrá muchas otras, sigue sin resolver las corrientes de aire derivadas esos vidrios rotos. Allá, en la costa española, la mansión del ex gobernador de este municipio, seguramente no carece de nada.